3 formas de responder al dolor
Este artículo nace de la experiencia de laborar en un orfanato, sin embargo, análogamente diversas historias de vida pueden verse reflejadas.
Estuve casi dos años laborando como voluntaria en un orfanato en Centroamérica. Muchos de los infantes ingresaron al orfanato como consecuencia de los estragos dejados por desastres naturales, otros, sin embargo, provenían de familias disfuncionales y situaciones de violencia terminando en el abandono. De una u otra forma los niños y niñas que cuidábamos habían sido lastimados, pero curiosamente había muy distintas reacciones o respuestas ante ese dolor. |
Cuando alguien o algo nos lastima (o nos dejamos lastimar), es como una piedra que es lanzada con fuerza y nos golpea. ¿Qué hacer con ella? Considero que esencialmente hay 3 formas de responder ante el dolor:
a) Regresar la piedra
En ocasiones, como intento de calmar su dolor, algún infante lastimaba a otra persona haciendo “lanzamientos de piedra”, se multiplican esos “golpes” en una cadena aparentemente interminable. En este afán de buscar alivio por este medio, a los cuidadores también les tocaba “soportar” y educar a estos “angelitos” teniendo la precaución de jamás regresar el intercambio de heridas… aunque nadie es perfecto. “Ojo por ojo, diente por diente y todo mundo terminaría tuerto y sin dientes”… regresar la piedra o aventársela a un tercero no es la solución.
b) Tragarse la piedra
Cuando no se quiere lastimar a otros se llega a optar por una segunda opción: tragarse la piedra. Relacionándolo con los extremos del continuo pasivo-asertivo-agresivo, el “tragarse” la piedra se ubicaría en la pasividad, lo cual no sólo merma el autoestima, sino en algunos casos pone en riesgo la salud e incluso la vida de las personas. Se decide tragar la piedra cuando no se toman acciones para cambiar la situación, por miedo, por desesperanza.
c) Utilizar la piedra como pisapapeles: Trascender.
La tercera opción y a veces más difícil pero con beneficios a largo plazo consiste en canalizar ese dolor. Aprender de ella y sobretodo, darle un sentido. Y para ejemplificarlo está la siguiente historia:
Cuentan que el paciente de un terapeuta famoso iba caminando por la calle y de una construcción le cae un ladrillo en la cabeza. Le abrió el cráneo pero seguía consciente. Él tenía la opción de perseguir al “culpable”, quedarse ahí a llorar o ir corriendo al hospital. Si lo perseguía en ese momento, seguramente lo atraparía. Pero por la herida de gravedad era probable que perdiera el conocimiento en cualquier momento y quizá falleciera. Se preguntó el herido: ¿qué me diría mi terapeuta? Sosteniendo su cabeza fue directo al hospital, donde llegó a tiempo para ser atendido.
Con esta opción se puede entender mejor eso de que no importa cuántas veces nos caigamos, sino el hecho de levantarnos. Trascender es utilizar la piedra a beneficio propio, es la forma de sanar. Se puede entender mejor la importancia de vivir en comunidad y de “animarse unos a otros”.
a) Regresar la piedra
En ocasiones, como intento de calmar su dolor, algún infante lastimaba a otra persona haciendo “lanzamientos de piedra”, se multiplican esos “golpes” en una cadena aparentemente interminable. En este afán de buscar alivio por este medio, a los cuidadores también les tocaba “soportar” y educar a estos “angelitos” teniendo la precaución de jamás regresar el intercambio de heridas… aunque nadie es perfecto. “Ojo por ojo, diente por diente y todo mundo terminaría tuerto y sin dientes”… regresar la piedra o aventársela a un tercero no es la solución.
b) Tragarse la piedra
Cuando no se quiere lastimar a otros se llega a optar por una segunda opción: tragarse la piedra. Relacionándolo con los extremos del continuo pasivo-asertivo-agresivo, el “tragarse” la piedra se ubicaría en la pasividad, lo cual no sólo merma el autoestima, sino en algunos casos pone en riesgo la salud e incluso la vida de las personas. Se decide tragar la piedra cuando no se toman acciones para cambiar la situación, por miedo, por desesperanza.
c) Utilizar la piedra como pisapapeles: Trascender.
La tercera opción y a veces más difícil pero con beneficios a largo plazo consiste en canalizar ese dolor. Aprender de ella y sobretodo, darle un sentido. Y para ejemplificarlo está la siguiente historia:
Cuentan que el paciente de un terapeuta famoso iba caminando por la calle y de una construcción le cae un ladrillo en la cabeza. Le abrió el cráneo pero seguía consciente. Él tenía la opción de perseguir al “culpable”, quedarse ahí a llorar o ir corriendo al hospital. Si lo perseguía en ese momento, seguramente lo atraparía. Pero por la herida de gravedad era probable que perdiera el conocimiento en cualquier momento y quizá falleciera. Se preguntó el herido: ¿qué me diría mi terapeuta? Sosteniendo su cabeza fue directo al hospital, donde llegó a tiempo para ser atendido.
Con esta opción se puede entender mejor eso de que no importa cuántas veces nos caigamos, sino el hecho de levantarnos. Trascender es utilizar la piedra a beneficio propio, es la forma de sanar. Se puede entender mejor la importancia de vivir en comunidad y de “animarse unos a otros”.
Optando por la tercera opción se puede entender un poco más eso de “el amor es comprensivo, servicial, todo lo espera…”. Quizá siempre estaremos en proceso de mejora, pero al menos está la certeza que hay alguien comprensivo, servicial, que nos espera, nos soporta… y nos ama.
Es en ese espacio donde las heridas sanan. Guadalupe Galván Redactado: 2009, reeditado 2013 Regresar -> Artículo publicado también en: http://revistaentreculturas.com.mx/?p=4131 |